Entrevista 24 de marzo
Sandra Basaldúa es una periodista de 58 años que vivía en el barrio de Mataderos y transitaba sus últimos años en la escuela primaria cuando la última dictadura argentina comenzó. En marco de una situación socio-política que problematiza respecto a una de las épocas más oscuras de la historia de nuestro país, Sandra aceptó responder una serie de preguntas, a través de la aplicación de mensajería virtual WhatsApp, para contar sobre cómo se comprendía su cotidianidad durante aquellos años.
¿Recordás el contexto que estabas viviendo cuándo ocurrió el golpe del 76?
“Se notó algún cambio. Yo era muy chica, tenía diez años cuando sucedió el golpe, así que sinceramente hay cosas que no recuerdo muy claramente. Sí recuerdo que en mi casa se hablaba de, bueno, del golpe militar y era como, no miedo porque no se sabía lo que iba a pasar; sino una expectativa. Pero la realidad es que hasta pasada la dictadura y comienzo de la democracia no se sabía bien qué es lo que pasó, lo que estaba pasando. Por lo menos en un principio donde todo era muy reciente. Y aparte que hay otra situación, que uno habla del golpe militar, pero en realidad fue un golpe cívico militar, porque la población también pedía que volvieran los militares. O sea la situación social, económica y política del gobierno de Isabel fueron muy problemáticas, desembocó en un golpe militar y la gente en su gran mayoría hasta lo veía bien, porque decía que había que poner orden. El gobierno de Isabel fue de un gran descontrol en todo ese aspecto. Aparte también estaba ya muy vigente el accionar de la Triple A con López Rega y gente muy oscura que rodeaba a Isabel, entonces también se pedía un poco que vinieran los militares.”
¿En tu familia se manifestó algún sentimiento u opinión de ese estilo?
“Lo que yo me acuerdo es la imagen de estar en mi casa cuando había algún comunicado, estar cuando los grandes lo escuchaban. Los militares los numeraban, decían: ‘comunicado número uno’, ‘comunicado número dos’. O sea, como que tengo un recuerdo muy vago de eso, pero sí me acuerdo de estar escuchándolo, que los escucharan con atención. Quizás obviamente no sabiendo qué es lo que estaba pasando, pero sí sé que en mi casa se escuchaba eso. Ese es uno de los recuerdos que tengo a partir del golpe, de cuando asumieron.”
¿Cómo afectó el golpe militar en tu vida cotidiana?
“Obviamente todos estábamos atravesados por eso, ¿no? Porque, qué sé yo, porque no se podía salir de noche, o porque en determinados momentos regía el estado de sitio, que era muy común en esa época. Yo me lo acuerdo de nombre, porque se hablaba de eso. Yo era chica, y capaz que por ahí, no sé, mis viejos por ahí me lo disfrazaron para que yo no me asuste, o por ahí porque ellos mismos lo ignoraban. Pero sí, obviamente que todos, todos, de alguna manera o de otra, estábamos atravesados por todo lo que estaba pasando.
En mi caso particular, todo lo que me rodeaba son cosas que yo las supe después. Pero que, claro que me impactaron, porque mientras nos decían una cosa, pasaba algo muy oscuro. Por ejemplo el Mundial del 78: me acuerdo que se hablaba de la fiesta de inauguración del Mundial y que convocaban a estudiantes de escuelas secundarias para hacer la presentación, y mientras tanto, cerca de la cancha de River donde era el partido inaugural, en la ESMA, estaban torturando gente y había secuestrados… Entonces fue toda una gran parodia. Y nos hacían creer que, como era el eslogan de los militares en aquella época: ‘los argentinos somos derechos y humanos’, cuando estaban haciendo atrocidades y hubo miles de desaparecidos.”
¿Tuviste un experiencia allegada con los crímenes que se estaban cometiendo?
“En lo particular no tuve, digamos, gente conocida o amigos o familiares que hayan desaparecido, por suerte. Pero sí en el barrio donde yo vivía, enfrente a mi casa, y de esto me enteré mucho tiempo después cuando ya había terminado la dictadura, había un señor que era comisario y que había sido represor; había participado en el centro clandestino de detención ‘el Olimpo’ en Floresta. Eso, bueno, fue un impacto porque para mí era un vecino más. Pero bueno, después, a medida que se fueron conociendo los hechos de todo lo que había pasado durante la dictadura, se empezaron a conocer los centros clandestinos de detención, y para mí fue un impacto saber que mi vecino, que vivía enfrente de mi casa, que lo veía prácticamente todos los días, había sido un represor.
Con respecto al Olimpo en particular, tengo un recuerdo. Yo ya estaba en la escuela secundaria, calculo que sería año 80 u 81, y pasaba por la puerta del Olimpo todos los días para ir al colegio, con el colectivo, y tengo una imagen que conservo hasta el día de hoy: justo en el momento que yo pasaba por la puerta, vi entrar un camión a ese lugar, que en ese entonces se decía que era como un centro automotor de la policía. Tengo la imagen de lo que sería un día de otoño, porque estaba nublado, el día estaba gris, y recuerdo ver entrar un camión tapado con una lona en la parte de atrás… Y no sé por qué la memoria no me deja olvidar esa imagen, pero mucho tiempo después me di cuenta que en el interior de ese camión iban los detenidos. Eso es algo que me impacta hasta el día de hoy.”
Al respecto de esta pregunta, Sandra relató otro suceso que marcó su memoria:
“Otro hecho que sucedió, yo era chica todavía, en esa época estaba en la escuela primaria, sería año 76 o 77, vivía en el barrio de Mataderos y recuerdo que una madrugada hubo un gran tiroteo en la esquina de mi casa. En la esquina había una plaza, una placita, y se escuchó un tiroteo que duró un largo rato y obviamente todos estábamos con miedo, no sabíamos qué había pasado. Y a la mañana cuando nos levantamos, la gente para ir a trabajar, los chicos para ir al colegio, lo que se comentaba era que en esa esquina habían acribillado a cuatro, ellos decían ‘sospechosos’, pero serían los guerrilleros. Hubo cuatro muertos en un auto. Me acuerdo haber visto el auto ahí a la mañana siguiente. Y bueno, eso fue un hecho muy comentado, un hecho policial que en esa época los militares lo hacían pasar como que eran los terroristas, los guerrilleros, pero… Eso había pasado en la esquina de mi casa, por eso me acuerdo, porque el ruido de los disparos uno no se lo olvida más.”
¿Y en la escuela, cómo se vivía el clima tan particular? ¿Hubo algún episodio que te haya llamado la atención?
“En la escuela no recuerdo, por ahí, alguna maestra o alguna familia de algún compañero que haya atravesado una situación particular por el tema del golpe y de los secuestros y demás. Pero sí me acuerdo de algo que me había llamado la atención: mi maestra de sexto grado había hablado sobre la necesidad de cambios. Con la profesora de música cantábamos unas canciones folclóricas, no me acuerdo exactamente cuáles, pero se le cambiaba la letra porque no se podía decir la palabra ‘farra’ o ‘joda’, algo así, no me acuerdo bien. Pero era como que el gobierno decía que no se podía mencionar esa palabra, o sea, lo que era la censura hasta en una canción folclórica. Eso sí era algo que me llamó mucho la atención siempre.”
A 48 años del golpe, ¿cómo ves la situación actual en relación a todo lo sucedido? ¿Crees que se mantiene una actitud problemática con el pedido de Memoria y Justicia?
“Yo creo que, bueno, la memoria, no solamente por este tema, es importante siempre, porque si no recordamos de dónde partimos, no sabemos hasta dónde vamos a llegar. Entonces, el camino se tiene que ir modificando, pero la memoria es necesaria. Después uno podrá tomar una actitud u otra, pero claramente que la memoria es necesaria. Para estos casos de crímenes de lesa humanidad, ni hablar. Yo creo que la actitud que tuvo Alfonsín con el juicio de las Juntas fue única, porque Alfonsín podría no haberlo hecho y de todas maneras iba a pasar a la historia, pero yo creo que tuvo las pelotas suficientes como para tener la iniciativa de que se haga el juicio, de activar todo para que se ponga en práctica. Y lo que hizo fue algo maravilloso, sin lo cual no tendríamos los condenados que hubo, más allá de que, como en todo, pudo haber cosas que estuvieron mal hechas.
El año pasado me recibí de periodista y para una materia que se llama periodismo de investigación hicimos un trabajo sobre los 40 años de democracia. Para hacer ese trabajo tuve que entrevistar a mucha gente que haya tenido alguna historia relacionada con la época de la dictadura. Fue uno de los mejores trabajos que hice en la carrera, porque me permitió entrevistar a un señor que había sido miembro de una organización guerrillera, y tuve la suerte de poder hablar con él y que me contara la historia en primera persona, su opinión e incluso su autocrítica. Y también tuve el honor de entrevistar a Graciela Fernández Meijide, que como todos sabemos tiene un hijo desaparecido. Ella fue miembro de la CONADEP y es una gran demócrata, que a pesar de sus 93 años está muy vigente. Y eso, desde lo profesional y relacionado con este tema, es algo que me conmovió mucho y me resultó sumamente enriquecedor.”
A partir de esta última pregunta, Sandra añadió una reflexión:
“Como te decía, la memoria es importante. Hay que tener memoria para todo, para lo bueno y para lo malo; para lo que nos gusta y para lo que no nos gusta.
Anterior al golpe acá en Argentina había una situación también de mucha violencia, que en ese caso era lo que hacían los guerrilleros, los grupos armados. También en esa misma época, no sé, en Perú estaba Sendero Luminoso, que era el equivalente a los Montoneros de acá, y toda esa revolución de izquierda también dejó muchas víctimas inocentes. Yo creo que hay que recordar las dos cosas, lo que pasó antes del golpe con los guerrilleros. Tendrían que haber sido condenados, cosa que no pasó, lo cual no quita que el juicio de las Juntas haya sido el punto de partida para que exista justicia. Habrá algunos que por ahí no le dieron la pena que uno quería o que fueron absueltos, pero en su gran mayoría fueron condenados, además del peso social, y eso me parece que es importantísimo, porque sin memoria no hay justicia. No podría haber habido justicia si no se recordaban todas estas cosas… Más allá de la discusión que se puede formar sobre el número de desaparecidos, sean 30.000, 8.000 o dos personas, es lo mismo. Estamos hablando de miles de víctimas de torturas, de abusos, de familias que jamás volvieron a ser iguales. Es un horror. Entonces, tener memoria es importante para que no vuelva a pasar, y para cuidar la democracia que tantos nos costó, ¿no es cierto?”
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