Reseña a Mariana Enriquez - "Las cosas que perdimos en el fuego"

Las cosas que perdimos en el fuego es un cuento de Mariana Enriquez que se encuentra en su libro homónimo publicado en 2016. Éste cuenta con 12 relatos enmarcados en el género del terror, en los que Enríquez explora temáticas sociales como la depresión, la pobreza​ los desórdenes alimenticios, la desigualdad y la violencia de género. Su nombre está tomado del álbum Things We Lost in the Fire, lanzado en 2001 por la banda estadounidense Low, de la que Enríquez es aficionada


Nacida en Buenos Aires en 1973, se licenció en Comunicación Social en la Universidad Nacional de La Plata. Ha publicado las novelas Bajar es lo peor (1995) y Cómo desaparecer completamente (2004); las colecciones de cuentos Los peligros de fumar en la cama (2009), Cuando hablábamos con los muertos (2013) y Las cosas que perdimos en el fuego (2016); y la nouvelle Chicos que vuelven (2010), entre otros. Además, es docente en la UNLP y subeditora del suplemento Radar de Página/12.


En el cuento que da el nombre a la colección, narra la historia de un grupo de mujeres que decide quemarse a sí mismas luego de que varias mujeres murieran quemadas por sus parejas. “Y no morir, sino vivir quemadas. Con ese tipo de belleza, de nueva carne. Para mí, es un cuento de ciencia ficción”, dijo la autora durante una charla con la periodista Silvina Friera en el stand del Grupo Octubre, en la edición 43° de la Feria del Libro (1). Así, las mujeres de la historia cuestionan los cánones de belleza impuestos en una lucha por la autonomía femenina históricamente negada.


La historia se desarrolla en un entorno urbano contemporáneo de la Argentina. Comienza con la historia de “la chica del subte”, cuya imagen desfigurada por el fuego se convierte en un símbolo potente de la violencia de género. A través de su historia, conocemos la brutalidad de su esposo, Juan Martín Pozzi, quien la quemó como forma de control y dominación. Su presencia impactante y su método de pedir dinero provocan diversas reacciones entre los pasajeros, desde el asco hasta la empatía.


A medida que avanza el relato, narrado desde la perspectiva de Silvina, una mujer que se encuentra con su madre en una de las exposiciones de la chica del subte —madre quién interfiere cuando un chico se burla de la víctima del incendio— conocemos a otras mujeres que también han sido víctimas de la violencia masculina. Lucila, una modelo famosa cuya vida perfecta se desmorona cuando su novio la quema con ácido, y Lorena Pérez y su hija, quienes son quemadas por el padre antes de que él se suicide. Estas historias revelan la profundidad de la brutalidad que muchas mujeres enfrentan diariamente.


Sin embargo, el cuento no se limita a mostrar el sufrimiento; también expone la resistencia y la lucha de estas mujeres por la justicia y la igualdad. A través de actos simbólicos, las mujeres deciden tomar el control de sus vidas y sus cuerpos a través de las "hoguera": rituales donde ellas mismas se prenden fuego como una forma de protesta y afirmación. Desafían el poder masculino y exigen un cambio en la sociedad.


El personaje de Silvina experimenta una profunda transformación marcada por la lucha en la que se ve inmersa. Siente una mezcla de repulsión y fascinación. Son palpables sus sentimientos de miedo, duda y culpa. Estos sentimientos se reflejan en su vida diaria, afectando su trabajo y sus relaciones personales.


En una ocasión, Silvina se dispone a documentar con una cámara una de las hogueras. El momento de la quema es sobrecogedor. La mujer voluntaria y resuelta, camina hacia el lugar designado. El fuego, un elemento tanto de destrucción como de purificación, se convierte en el protagonista. Silvina, detrás de la cámara, siente una mezcla de emociones: horror, admiración, tristeza.


La madre de Silvina y la amiga de ésta, María Helena, son personajes esenciales que ejercen una influencia sobre ella. Su madre es una figura de gran fortaleza y determinación, profundamente comprometida con la causa. Su activismo no solo es una protesta, sino también una forma de ofrecer apoyo y solidaridad a las víctimas. Es una líder dentro del movimiento clandestino, dedicando su vida a organizar y dirigir hospitales donde se brinda asistencia médica y apoyo emocional. Estos hospitales son refugios ocultos, alejados de la mirada pública y de las autoridades, proporcionando un espacio seguro para las mujeres quemadas.


María Helena, por su parte, es otro personaje clave que simboliza la resistencia extrema y el sacrificio personal. Su presencia en la cárcel, debido a ser descubierta su participación ilegal, comprende un carácter tajante. Representa la cara más radical de la protesta, mostrando una determinación inquebrantable. A través de sus conversaciones con Silvina refuerza la idea de la quema como un acto de empoderamiento. Su aceptación del sacrificio personal ejercen una fuerte presión emocional y psicológica sobre Silvina, quien lucha internamente con la idea de someterse a una quema. Es evidente que las expectativas del grupo la están afectando. No está segura si quiere comprometerse de ese modo, se encuentra confundida, en un callejón sin retorno de un símbolo que crece cada vez más.


La narrativa de Enriquez es poderosa. Captura la angustia, el sufrimiento y la determinación de sus personajes de manera vívida y conmovedora. Su estilo directo golpea al lector, obligándolo a enfrentar la cruda realidad de la violencia de género y la urgencia de luchar por la igualdad y la justicia, invita a la reflexión y la acción. Puede interpretarse como una crítica a las estructuras patriarcales que perpetúan la violencia contra las mujeres, a la vez que destaca la fuerza y la resistencia femenina frente a la adversidad.


En la misma charla nombrada anteriormente (1), la autora comentó sobre los disparadores que inspiraron al relato: “Lo escribí en la época en que pasó lo de Wanda Taddei. Que la trayectoria simbólica de Callejeros haya sido ese año nuevo terrible, en que mueren los chicos ahogados con fuego, y que uno de los músicos termine prendiendo fuego a la mujer, me parecía poderoso simbólicamente y me atormentaba mentalmente”. El segundo disparador fue “una chica real que pedía dinero en el subte, estaba totalmente quemada, era muy atractiva y tenía un cuerpo impresionante”.


Inscrita dentro del grupo de la llamada "nueva narrativa argentina", Enríquez ha logrado un gran éxito con sus novelas y cuentos dentro del género de terror. Fue galardonada en 2017 con el Premio Ciudad de Barcelona en la categoría «Literatura en lengua castellana» por Las cosas que perdimos en el fuego; y en 2019 se alzó como ganadora del Premio Herralde de la Editorial Anagrama con su última novela Nuestra parte de noche.

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